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Los habitantes de Olula se dedican a recoger leña y a tapar sus fachadas durante la noche, se inicia la gran fiesta del fuego, donde vecinos, protegidos y tapados sus cuerpos, se dedican, en un recorrido principalmente por el casco antiguo de la localidad, a lanzar miles de carretillas creando un aspecto fantasmagórico de pólvora y fuego.
Previamente se han encendido lumbres en puntos estratégicos del recorrido, aunque actualmente cada barrio organiza sus propias hogueras. Una vez finalizada la tirada de carretillas, comienza la fiesta de la comida, ya que en las ascuas de las lumbres se asan morcillas, chorizos, chuletas, patatas y se bebe hasta casi de día.